Una de las consecuencias más relevantes que ha surgido con la
popularización de Internet es cómo se ha magnificado la capacidad,
y con ella, la necesidad de la gente de expresarse. My Space añadió
además unas posibilidades de promoción para grupos musicales
excepcionales hasta la fecha y Youtube permitió a la gente hacerlo
mediante imágenes. Con Facebok y Twitter esa expresión se hace cada
vez más personal. La gente comparte sin tapujos gustos personales,
reflexiones filosóficas, ideas políticas, humor e incluso retazos
de su vida personal. Una radiografía de la sociedad a través de
unos avatares creados por todos a partir de nosotros mismos. Una
evolución estilizada de nuestra propia personalidad donde escoges
sin problemas qué música o qué cine quieres que te represente y
qué rasgos de personalidad queremos destacar. Al fin y al cabo,
donde decides qué quieres que la gente vea de ti.
Antes cuando hablábamos de “cine personal” nos referíamos a un
cine en el que podías percibir el estilo del autor. Un cine
distinto, original. La aparición de algunos cineastas como
JonásTrueba o
Elías León Siminiani han cambiado el significado de la
expresión y lo han convertido en un cine hecho a base de
circunstancias personales.
El cine de una
generación, hija de estas redes sociales donde el autor crea
su personaje a partir de si mismo y revela, cada uno a su manera, los
detalles autobiográficos más cotidianos. Y es que
Mapa y
Todas las canciones hablan de mi son algo más que confesiones privadas de las
obsesiones sentimentales de esos personajes-autor con
Truffaut de
fondo. Son a la vez reflexiones metalingüísticas sobre el cine y el
relato, y exhibiciones personales donde, Siminiani y Trueba, expresan
partes íntimas de sí mismos, reflexiones e inquietudes. La música
tiene una doble función, la de ayudar y potenciar la narración, y
la de convertirse en la exposición de los gustos personales del
creador. Un paseo por sus vidas, sus barrios, sus cafés predilectos
o sus bares, donde las citas cinematográficas y literarias son
directas y explicitas y la película acaba enseñándonos, además de
lo concerniente al propio relato, el carácter, las ideas y las
obsesiones del autor disfrazado de personaje. A la vez cine y perfil
de facebook.
Aunque ambos parten de estrategias formales distintas para contar lo
que quieren, el punto de partida, tanto de
Mapa
(León Siminiani,2012) como de
Todas las canciones hablan de mi (
Jonas Trueba,
2010), es un desencuentro amoroso. Una ruptura que obsesiona a
nuestros dos personajes y sobre la que circula toda la diégesis. Dos
mujeres que fagocitan los dos relatos, incluso cuando los personajes
están con otras mujeres, y que son las co-protagonistas de una
relación que ha marcado la vida de nuestros protagonistas-autor. La
propuesta de Siminiani es quizás más exhibicionista, puesto que
utiliza la primera persona en una suerte de diario fílmico en el que
textualmente dialoga con las imágenes y conscientemente interactúa
con el personaje que ha creado para si mismo, empleando muchas veces
el humor y desmontando sus propias teorías mientras avanza el
relato. Donde utiliza grabaciones de lo real, más o menos pensadas
por el autor, para fabricar el relato sentimental que tiene su origen
en el díptico de cortometrajes
Zoom-Límites,1º persona (que aparece en
Mapa, al igual que sus imágenes). Y
este relato sentimental comienza con la ruptura mencionada y solo nos
muestra la relación germen de las obsesiones sentimentales mediante
grabaciones caseras filmadas aparentemente sin la finalidad de
mostrarnos esa relación. La propuesta de Jonás Trueba es más
recatada. No se desnuda como Siminiani y crea una puesta en escena
más teatral y literaria. Ofrece a su yo-personaje un actor, e
incluso habla de él en tercera persona mediante una voz en off. Al
igual que
Mapa,
Todas las canciones hablan de mi
también empieza en el momento posterior a la ruptura, aunque él
utiliza flash-backs para contarnos esa relación abortada. Pero pese
a que el camino utilizado para llegar al destino es distinto, ambas
películas cierran el circulo y, después de aventuras y escarceos
amorosos con otras mujeres, esa co-protagonista de la relación
germen de cada una de las dos películas aparece al final de ambas.
Jonás Trueba le concede el último plano a las manos de ella
sujetando una carta de amor entregada por el protagonista. Siminiani
va más allá y le ofrece directamente la cámara haciéndole
partícipe de la fabricación de su propio diario, su particular
video-blog, y asumiendo por primera vez el protagonismo en imagen. El
resultado es doble. Devolverle el alejamiento del último plano de
Límites, esa carta de amor de Siminiani que sirve de base
para
Mapa; y dar aun mas constancia de estamos ante una creación y
que el Siminiani que vemos es un personaje de su propia vida, como lo
son los personajes que nos creamos en nuestras redes sociales.